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Hablar de naturaleza humana puede convertirse en un camino sin rumbo. Mientras que pensadores como Thomas Hobbes aseguraban que el hombre es malo e individualista por naturaleza, otros filósofos como Jean Jacques Rousseau pensaban lo contrario: el ser humano es bueno y empático por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe. Si bien ninguno de estos dos caminos ha perdido valor a lo largo del tiempo, la ciencia sigue buscando más pruebas para conocer la verdadera actitud humana. Recientemente, un estudio apuesta por la bondad.
De acuerdo con un análisis reportado por la BBC, los seres humanos podrían estar biológicamente predispuestos al altruismo, contradiciendo la creencia de que el egoísmo es una característica innata. A través de evidencia en psicología, neurociencia y antropología, los estudios referenciados exploran cómo factores evolutivos y culturales influyen en el comportamiento prosocial.
En Reino Unido, Países Bajos y Sudáfrica, una investigación publicada en 2020 examinó grabaciones de cámaras de seguridad ante ataques violentos. El estudio concluyó que “una o más personas habían intentado colaborar en nueve de cada diez ataques”. Estos resultados contrastan con la teoría del “efecto espectador”, surgida en los años 60, la cual sostenía que la presencia de múltiples testigos inhibía la intervención en emergencias.
Steve Taylor, psicólogo en la Universidad Leeds Beckett, afirmó: “existen razones evolutivas para el altruismo humano”. Según su argumento, las comunidades de cazadores-recolectores promovieron la cooperación como una condición esencial para la supervivencia. También señaló: “existe un nivel superficial en el que podemos actuar con egoísmo, y a menudo lo hacemos”, pero subrayó que los seres humanos poseen una “capacidad de ser impulsivamente altruistas”.
Por su parte, la neurocientífica Abigail Marsh, de la Universidad de Georgetown, encontró diferencias cerebrales en personas que donaron un riñón a desconocidos. En estos donantes se observó una amígdala derecha más grande y mayor actividad ante expresiones de miedo. Este patrón, según sus hallazgos, es opuesto al que presentan individuos psicópatas, sugiriendo una sensibilidad elevada hacia las emociones ajenas.
Mientras que Ching-Yu Huang, director de la Cambridge Alliance of Legal Psychology, expresó: “me criaron para priorizar a los demás” al hablar sobre su infancia en Taiwán. Su investigación comparó patrones de obediencia en niños de diferentes culturas y reveló que los menores taiwaneses mostraban un “cumplimiento situacional” más alto que sus pares criados en entornos individualistas como Reino Unido, lo cual indica una mayor tendencia a anteponer las normas a los deseos personales.
Los científicos también observan con atención esos acontecimientos que exponen la verdadera actitud de las personas. Durante el atentado en Manchester en 2017, el Informe Kerslake documentó “cientos, si no miles, de actos de valentía y altruismo individual”. Ejemplos similares de ayuda espontánea fueron registrados también durante el atentado a las Torres Gemelas en 2001 y los ataques de París en 2015. Estos hechos fortalecen la hipótesis de que el altruismo puede manifestarse de forma automática en situaciones extremas.
¿La empatía puede ser buena para la salud?
El voluntariado, otra forma de altruismo cotidiano, se relacionó con beneficios en salud física y mental. Un estudio citado por la BBC indicó que las personas que participan frecuentemente en actividades voluntarias tienen “un 40% menos de probabilidades de desarrollar hipertensión arterial”. Además, este tipo de comportamiento se asocia con niveles más altos de autoestima, autoeficacia y menores índices de soledad.
Tony Milligan, investigador en ética del King’s College de Londres, sugiere: “casi todos los que conocemos son moralmente mediocres”. No obstante, según su planteamiento, sobrestimar la propia bondad puede generar decepción. “La pregunta para hacernos no es ‘¿Qué haría Buda?’”, explicó, “sino ‘¿De qué soy capaz? ¿Está esto a mi alcance?’”.
Los datos analizados también destacan que las diferencias culturales influyen en cómo se interpreta y ejerce el altruismo. Mientras sociedades individualistas valoran más la autonomía personal, culturas colectivistas tienden a priorizar el bienestar grupal. Estas variaciones pueden incidir en la percepción de la ayuda como una elección o una obligación moral.