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Un estudio publicado recientemente en JNeurosci por Masako Okamoto y su equipo en la Universidad de Tokio identificó patrones distintos de actividad cerebral relacionados con la percepción de olores, arrojando nueva luz sobre cómo el cerebro procesa la información olfativa. Según los hallazgos, la actividad cerebral en fases muy tempranas tras la exposición a un olor predice la capacidad de una persona para discriminar entre distintos aromas.
La investigación se basó en el registro de electroencefalografía (EEG) en participantes que inhalaron una variedad de olores mientras realizaban tres tipos de pruebas. La prueba de detección midió la capacidad para percibir la presencia de un olor, sin necesidad de identificarlo o distinguirlo; es decir, determinar si hay o no un estímulo olfativo. La prueba de discriminación evaluó la habilidad para diferenciar entre dos o más olores distintos, sin requerir que los participantes reconozcan cuál es cada uno. Por último, la prueba de identificación consistió en reconocer y nombrar correctamente un olor específico.
El análisis mostró que una actividad en la banda theta (un rango de frecuencias de las ondas cerebrales bajo), iniciada a los 80 milisegundos y con un pico a los 370 milisegundos, codifica propiedades fisicoquímicas básicas de las moléculas de olor.
“En la etapa inicial después del inicio del olor, el cerebro codifica principalmente características moleculares objetivas de los olores para respaldar la discriminación de olores a nivel conductual”, explicó Okamoto. Esta actividad temprana se asoció específicamente con la capacidad de los participantes para distinguir olores, pero no con otras medidas olfativas.
Por otro lado, una actividad en la banda delta (un rango de frecuencias aún más bajo) surgió más tarde —a partir de los 720 milisegundos— y se relacionó únicamente con la percepción subjetiva de agradabilidad. Esta segunda fase de codificación cerebral no mostró vínculos con la capacidad olfativa medida, pero sí se asoció con una mayor conciencia afectiva de los aromas en la vida cotidiana, según los cuestionarios aplicados.
El estudio también evaluó la precisión de la decodificación en ensayos correctos e incorrectos durante tareas de discriminación de olores, observando que la codificación temprana en la banda theta era más fiel en los ensayos con respuestas correctas.
Los investigadores señalan que estos patrones diferenciados de actividad cerebral podrían utilizarse para desarrollar métodos de evaluación de trastornos olfativos o nuevas estrategias terapéuticas para mejorar la función olfativa. “La representación neuronal temprana de las características de bajo nivel del olor desempeña un papel único en la configuración del comportamiento guiado por el olor en los seres humanos”, indica el estudio.
